Quien ha estado en el de Sahara, con o sin el termómetro poniéndole acento, o en el de Gobi, que de ahí debe de venir lo de agobiado, o en el impresionante universo de granito y arenisca del Wadi Rum jordano, se imagina lo que debe ser caminar por el desierto sin nada que beber en la cantimplora. Bueno, quien no ha estado en uno de esos desiertos o en otros ni quienes hayan paseado por Sevilla en agosto cuando aprieta la calor o el aire huye por las noches y cuesta la misma vida respirar.
Por eso, hay que agradecer que en el desierto callejero del estío, cuando todo el mundo se traslada a las costas o a las sierras y el comer y beber bien en Sevilla se convierte en una empresa aún más complicada de lo ya habitual, un oasis gastronómico como el del Restaurante Becerrita esté abierto a su clientela mañana y noche. No será un espejismo, una alucinación del hambriento y del sediento, un sueño del desesperado, sino una certeza: en Recaredo con Guadalupe hay, cuando más aprieta el sol o la luna espesa el aire, un lugar espléndido en el que cobijarse.
Ahí es nada, pasar de los cuarenta grados y pico en la sombra a unas instalaciones fresquitas en las que, bien en la barra, bien en cualquiera de sus salones, refrescarse con una cerveza helada o un tinto de verano on the rocks o un buen Rioja o Ribera servido a su temperatura justa. Un placer que se verá acompañado por una carta en la que abundan los platos ligeros y digestivos que nos librarán de una sobremesa pesada.
Imagínese: vistazo al termómetro, bajar de la oficina con aire acondicionado al coche, refrigerado, acercarse al parking privado que el restaurante pone a disposición de su clientela, entrar a comer en un ambiente óptimo y, al acabar, coche en la puerta sin que sea un horno y vuelta a la oficina o a casa sin haber sudado ni tanto así. Becerrita siempre cumple con la cadena del fresquito, imprescindible en estas fechas.
Pero es que además, en este oasis sevillano regalan el tapa-postre, ahora un Don Jesús, helado de mantecado con zumo de naranja y licor. Una razón más para no tener dudas a la hora de dónde comer de lunes a sábado -sólo permanecerá cerrado en agosto la noche sabatina y el domingo- en el estío de Sevilla. Hay veces que pasear por el desierto tiene premio, al menos junto a la Giralda.
Por Efepege